Productividad v/s Autocuidado

Como mujeres estamos en constante vigilancia sobre la cantidad de cosas que hacemos. Muchas veces tenemos personas que dependen de nosotros (somos madres, hermanas, novias, hijas). Estamos obligadas a ser eficientes siempre en todas las areas: en los estudios, en el trabajo, en la casa, con la familia, con los amigos. ¿No les pasa que si se tiran en el sillón a ver una película se sienten -aunque sea un poquito- culpables? La mente jamás deja de trabajar y cuesta tanto concentrarse en la película porque seguimos pensando en las cosas que no hemos hecho y que nos quedan por hacer.

Creo que el trabajo y la idea de productividad están sobrevalorados y eso se lo debemos a nuestro odiado sistema económico. Le servimos al sistema sólo cuando actuamos como robots, pero ¿qué pasa cuando estamos cansados, deprimidos, adoloridos? Lamentablemente, no tenemos derecho a sentirnos mal nunca. Dentro de un trabajo, ¿cuántas veces puedes plantearle a tu jefe que no tienes ganas de hacer nada, sólo de quedarte en tu casa, acurrucada junto a tu gato y tomar té con mucha azúcar para reponer tus energías? En la mayoría de los trabajos sólo podemos excusar nuestro malestar con un documento médico que afirme nuestra dolencia. Pero ¿qué pasa con las otras dolencias? Nuestro corazoncito, nuestro útero, nuestra mente. ¿Qué médico debería dignosticar estos dolores? y no hablo de una Depresión, hablo de un respiro de todo para poder conectar contigo misma. Necesitamos darnos ese espacio de reflexión personal, analizar lo que sentimos, qué nos pasa, por qué nos duele. El riesgo está en que si nunca nos damos este tiempito para sí mismas, sí puede derivar en una depresión. Debemos ser cuidadosas con nuestra salud emocional para no acumular frustraciones y caer, en un futuro, en algo de lo que nos cueste mucho más salir.

Mi llamado es a darte el placer de no hacer nada, de vez en cuando. En serio. Nuestro cuerpo y nuestra mente, también necesitan descanso. Date el gusto de dormir hasta más tarde, de no sacarte el piyama, de comer a deshora, de leer un libro que te guste, de ver una película sin pensar en nada más.

Hoy me levanté sólo para ir a comprar una pizza. Me volví a poner el piyama y planeo estar todo el día así. Afuera llueve y tengo demasiadas cosas pendientes conmigo misma para pensar en "ser productiva".