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Blog feminista / experimental

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Julieta

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¿Por qué dejé de tomar pastillas anticonceptivas?

  • Photo du rédacteur: Julieta
    Julieta
  • 27 juin 2018
  • 4 min de lecture

Comencé a tomar pastillas desde muy chica. Siempre tuve la idea de que si iniciaba mi vida sexual antes de tomar pastillas anticonceptivas, lo más probable era que terminara embarazada y yendo a la escuela nocturna porque en mi colegio de monjas me echarían a la calle. Así que empecé a tomarlas un par de meses después de empezar a tener relaciones sexuales con mi novio de esa época, pero claro, la idea del embarazo seguía muy latente dentro de mi círculo social y familiar, es decir, las pastillas se presentaban como única opción si no quería ser madre adolescente. Ahora que lo pienso, me da bastante rabia no haber tenido educación sexual desde niña para poder tomar mejores decisiones, pero bueno, es lo que nos tocó a vivir a muchas de nosotras.


Llevaba aproximadamente 3 años tomando las mismas pastillas anticonceptivas cuando comencé a sentirme mal. Tuve sangrado constante durante todo un mes. Mi intuición me hizo relacionar esto con las pastillas, y pensé que lo mejor para mí era dejarlas de un momento a otro, eso hice. Seguí utilizando preservativos. Acudí a la atención pública a explicarle mi situación a la matrona. Ella, en vez de darme opciones pedagógicamente -como cualquier profesional de la salud debiera hacerlo-, me trató muy mal, echándome la culpa de todo y diciendo que podría estar embarazada ahora mismo por la locura que había hecho, llamó mi atención diciendo que jamás debía tomar una decisión así sin consultar a un médico (ok, todas las decisiones relacionadas con MI PROPIO CUERPO, deben ser mediadas por un doctor, según esta mujer). Me dijo que debía volver a tomarlas. Y eso hice, cual borrego carente de feminismo en su educación.


Lógicamente, volvieron a hacerme mal, y ahí sí decidí dejarlas. Pasó el tiempo y acudí a otros ginecólogos, comencé a tomar otras, y luego otras. Es complejo porque quizá mis síntomas podrían asociarse a otras cosas. El sangrado no persistía, pero para mí la respuesta era clara: debía prescindir de este método anticonceptivo porque me estaba haciendo daño. Lo explico para que se entienda mejor y si ustedes están leyendo esto, quizá les ayude. Vi por los menos 3 puntos que para mí fueron notorios e importantes:


Me encontraba más cansada que de costumbre: está bien y es normal que estemos cansadas por todas las actividades que realizamos. En esa época estaba en 3er año de Universidad, estudiando pedagogía. Además de estudiar para todas las materias y rendir exámenes, también tenía prácticas profesionales en salas de clases. Se justifica el cansancio, pero hasta cierto punto, porque yo la verdad nunca me he sentido tan agotada como me sentía en ese entonces.


Mi lívido bajó notablemente: se me quitaron todas las ganas de tener relaciones sexuales con mi pareja. Tenía 19-20 años y, simplemente, no quería tener encuentros sexuales. Siempre pensé que era normal, que el estrés de la universidad podría influir, o los problemas de pareja que uno pueda tener, porque creo que es muy sano para nosotros no forzarnos a realizar cualquier tipo de actos, pero cuando te das cuenta de que nunca quieres nada con la otra persona, es porque algo está pasando y tenemos que prestarle atención.


Emocionalmente inestable: es cierto que las mujeres pasamos por nuestro ciclo menstrual y eso influye durante todo el mes en nuestra emocionalidad, casi siempre estamos más expuestas a sentirnos tristes, extrañas o a cambiar de emoción de un momento a otro (yo, especialmente, soy muy así). Pero imaginen sentirse como un volcán de hormonas haciendo explosión al más mínimo detalle cotidiano, sentirse desbordada de rabia, amor, tristeza, etc. y no encontrar una forma de regular estos sentimientos para que no nos afecten hasta el punto de quitarnos las ganas de hacer cualquier cosa. La verdad es que recién ahora, viéndolo desde otra óptica, puedo notar que muchas de mis actitudes tenían que ver con este consumo diario de hormonas extra que estaba administrándole a mi cuerpo.


Empecé a unir los síntomas y decidí no volver a tomar pastillas. Tenía 20 años, más experiencia y más educación en el cuerpo, sabía que mi intuición era importante y que estaba preparada para tomar este tipo de decisiones. Comencé a ver los cambios meses más tarde, todo lo que había ingerido por tanto tiempo se iba limpiando de a poco. Mi regla volvió a ser furiosamente roja, irregular y abundante. Volvió a ser ella misma, así como yo.


Escuchar a mi cuerpo me sirvió para dejar de hacerme daño. Con el fin de esa etapa vinieron a mi vida cosas buenas y mejores decisiones. Después de pasar por esto, conocí a muchas mujeres que estuvieron en la misma situación que yo, que por la familia o el círculo social, les había costado dejar de consumir pastillas. Me parece terrible que, hasta el día de hoy, nuestros cuerpos estén tan manipulados por los fármacos.


Actualmente existen distintos métodos anticonceptivos que son mucho menos invasivos para las mujeres, y que también dependen de la pareja. Las pastillas nos dejan toda la responsabilidad a nosotras, liberándolos de cualquier culpa. No digo que para todas las mujeres sea igual, por eso es importante escuchar y sentir a nuestro cuerpo, porque su forma de comunicarse con nosotras es a través de los síntomas.




 
 
 

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